Anjullón OnLine

Este Blog esta creado con la intención de hacer conocer más a mi querido pueblo de Anjullón, rescatar su historia y su cultura e informar los hechos más destacados del pueblo y/o protagonizados por sus hijos.
La foto de la portada es "la Iglesía de Anjullón".
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miércoles, 14 de abril de 2010

De "Médicos" y "Madamas"

(Foto: Ramiro Riedel con Doña Eulalia, una de las entrevistadas para hacer este trabajo)

Como todo el interior, Anjullón no escapó a la circunstancia de alejamiento, de distancia de centros importantes y de importantes vías de comunicación.
En lo referente a la atención de la salud este aislamiento se vivió tal vez como algo natural, como la ausencia de rutas y transportes, como la falta de electricidad. Se nacía y se moría "naturalmente".
Según Don Yáñez, la presencia de un médico, en Anillaco y para todo el departamento, dataría de 1930 en adelante. El conoció al más antiguo, un doctor Humberto Páez. Doña Eulalia habla de un médico de Aimogasta que hacía el recorrido cada 8 días, empezando por Pinchas. Por supuesto a caballo.
Entonces, la "medicina" quedaba para los "prácticos" o más "leídos", como podía ser el almacenero. Así, según doña Eulalia, Don Alfredo de la Vega, dueño del negocio de "Ramos Generales", era muy "médico".
Los remedios eran caseros. Y talvez por experiencia, unos sabían de tal enfermedad, y otros de otras: especialistas que les llaman. Y así cada uno daba una receta, friccionar con tal yuyo, con tal ungüento, "anda pregúntale".
También había curanderos. "Había un curandero que se decía médico, que curó a un tío mío de sarampión, nada más que con sopa de pollitos bebé" (doña Amalia).
Podríamos decir que las emergencias más comunes eran las quebraduras y los partos.
Respecto a las primeras, había componehuesos de mayor o menor fama. "Yo tengo una fractura porque me voltio un burro en las carreras de burro que organizaban los misioneros. Doña Anselma curaba, era famosa masajista. Don Enrique sentía que lloraba mucho. "Deja de hacer sufrir a ese chico. Yo le voy a dar una anestesia. Me dio un vaso de vino añejo, cocido que le decimos. Yo tenía 8 años". (Pito)
Raúl Acosta refiere que Doña Vicenta Nieto curaba con yuyos, y Doña Anselma curaba los huesos con "cogollo de árbol blanco y pez", con lo que hacía un emplasto. Don Froilan, a su vez acota: "No había médico, había mucha gente corajuda". Y hay que agregar que tampoco se llevaba al enfermo al médico.
Doña Amalia recuerda las curaciones de huesos, y recalca con énfasis: "quedaban perfectos, perfectos!", y nada más que con unturas, especie de cremas que hacían con cebo de vela y aceite, que ponían en el sartén, y algunos agregaban yuyos picados. No podía faltar la sal.
Extendían el preparado sobre un trapo largo y envolvían con ello el miembro fracturado. O sino le daban fricciones.
No solían entablillar sino que prescribían reposo absoluto. Si el paciente tenía necesariamente que caminar, entonces entablillaban, generalmente con cañas.
Las quemaduras también tenían su tratamiento específico: se hacía una pasta de clara de huevo y cal, se batía a punto de crema, y con ella untaban la parte lastimada. Al día siguiente cortaban las ampollas y volvían a poner el unto, y sanaban muy bien, sin cicatrices.
Y los partos. Toda persona mayor de Anjullón es nacida en su casa. Y la atención era brindada por mujeres con experiencia. "Por misericordia de Dios, por que ellas no sabían nada", dirá Doña Amalia. "Sólo cortar el ombligo".
Pero entre "las que no sabían nada" las había famosas y muy requeridas, aun de pueblos vecinos. Tal el caso de Filomena Bulacio y Tránsito Quinteros. Eran las "madamas": tal el nombre que se les daba.
Estas "madamas" se hacían cargo de todo, desde que nacía el niño hasta que lo veían durito. "Así lo vas a afanar (cuidar)".
"Sin asistencia andábamos muy bien, nadie tenía várices", dirá Doña Amalia. Las "madamas" sabían si iba a ser varón o mujer, y acertaban las más de las veces.
"La higiene que hacían!", se maravilla todavía Doña Amalia. Prescribían 40 días de cama, sin moverse. "Nos levantábamos de la cama, pero no podíamos arrimarnos al fuego. Sólo por tercera mano". Esos 40 días se comía nada más que pollo, con arroz, esa era la sopa. Y leche. Para que tengan leche para los hijos. Cuando se levantaban, seguía el régimen de pollo, de cuando en cuando.
No había que planchar ni lavar, reposo durante 15 días. “Y después salíamos; nada de andarse mojando, cuidado con los pies”.
La señora de Don Oscar Herrera relata su propia experiencia. Habla de la época "del purgante de sal inglesa". "Me atendía doña Servanda de Chumbita, había que guardar cama ocho días. Durante 40 días no se podía lavar la cabeza para que no se vaya la sangre a la cabeza. Nos fajaban para que uno bote toda esa sangre mala. Al levantarse empezaban a comer de a poco. Mucho matecocido para tener leche. Caldo de panza de vaca. Además se hacía hervir la raíz del "doquial" (doca, planta) para tener mucha leche. Y ya ve!"
"La madama atendía la higiene del bebé. No nos dejaban levantar para no tener hemorragia. No cobraba, se le daba lo que uno podía darle".
A parte de las "madamas" había otro personaje muy popular: San Ramón, que era el protector de los partos, y era llevado de casa en casa. "Lo tenían preso hasta que nacía la criatura. Le hacían promesa nada más para ponerle velas" (Doña Eulalia).
Claro que no todos estaban de acuerdo con esta preferencia de San Ramón por las mujeres. Y así nos cuenta Don Froilan: "San Ramón ayudaba. Le ofertaban una novena. Una viejita de más de 80 años tenía de "bulto" (en estatua) a Santa Rosa y San Ramón. Tenía un hijo medio loco y borracho. Un día en que caía piedra lo tiró para afuera por flojo porque hacía milagros sólo para las mujeres" y no protegía las cosechas.
Una costumbre generalizada que formaba parte de las prácticas que acompañaban los nacimientos era la de enterrar el "pupo" en el lugar. Y así para indicar el lugar de nacimiento de un fulano se decía gráficamente: "Su pupo esta enterrado aquí".
A los nacimientos seguía la inscripción en el Registro Civil, que a veces podía tardar un año. Se daba el caso de que cuando iba uno (a Aminga) llevaba 5 o 6 "mingado" (se le encargaba la inscripción). Por ahí se festejaba con los compadres, y el resultado podía ser un ahijado con nombre cambiado!

De RAMIRO EMMANUEL RIEDEL en "ANJULLÓN, Recuerdos de Cuanta"

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